8 ene 2011

La MIRADA del OTRO frente a la PERSONA SORDA.

"La mirada del otro" se refiere a la mirada desde la perspectiva de la sociedad hacia la persona sorda como “ser social”. Liliana Pantano, en su libro “la Discapacidad como Problema Social” no se equivoca al afirmar que cuando se considera a la persona con discapacidad, solamente se estudia su daño o deficiencia, tipo de discapacidad, causas, posibilidades y tipos de rehabilitación, etc. pero se le da poca importancia a la comunidad o la sociedad en la cual vive esa persona, por lo que considera prioritario ocuparse de este aspecto. También menciona que todo ser humano –tenga discapacidades o no- es un “ser social” que forma parte de una sociedad y de una cultura que van entrelazadas, y que durante toda su vida irá participando en esa sociedad, aprendiendo normas de conducta y pautas de comportamiento. Esta participación y este aprendizaje se irán dando en un proceso de socialización permanente, en las distintas etapas de su vida a través de agentes socializadores: la familia, las instituciones educativas en todos sus niveles, el vecindario, los clubes, los amigos, el trabajo… que influenciarán en el desarrollo de la personalidad de las personas con discapacidad –en este caso personas sordas-.
Pantano dice que: “La relación individuo-comunidad, sobre la que se asienta este proceso de socialización, es de fundamental importancia para el desarrollo pleno y armónico de toda persona y en tal sentido debe ser estudiado, particularmente en el caso de personas con discapacidades…” Las personas sordas, desde la aparición de la sordera, quedan “marcadas” por los otros, no es la discapacidad en sí lo que limita tanto su desarrollo pleno y armónico, sino que la misma sociedad “marca “esta discapacidad quedando también marcada la familia. En la persona sorda, “la mirada del otro” comienza en los primeros años de vida, cuando se produce el impacto del diagnóstico de sordera de un niño, dependiendo de la aceptación o no de los padres, proceso que transitará desde la angustia y desconcierto hasta la aceptación o no de la sordera de su hijo. El bebé o el niño pequeño ya percibe esa mirada del/ de los otros que será su familia como primer núcleo social. El niño absorbe estos sentimientos parentales, los asimila y se adapta a un ambiente donde se siente “mirado” de esta manera.

Comúnmente, los padres sumidos en sus propios sentimientos durante esa etapa no suelen darse cuenta y no perciben que están transmitiéndolos a sus propios hijos. Marta Schorn, en su libro “Una Mirada Distinta, una Escucha Diferente” menciona la reacción del bebé “distinto” frente a su madre, primer agente socializador, de la siguiente manera: “..¿Qué es lo que ve el bebé distinto, cuando mira el rostro de su madre? Si la madre puede sobreponerse a la profunda herida narcisista que supone ese hijo, seguramente cuando ese bebé la mira encontrará alguien que le devolverá la sensación de que todo estará bien. Si en cambio, al descubrir el rostro de la madre, encuentra la rigidez, o un estado de ánimo depresivo, se le devolverá una imagen incierta de sí o perturbada y esto le producirá una angustia incontenible. Este sentimiento de angustia, también lo refieren las madres, cuando al nacer sus hijos, son separadas de ellos. La angustia y el miedo a lo desconocido y las fantasías que se entremezclan son mucho peor que la realidad. De esto se deduce la importancia que tiene el mirar y ser mirado, dos factores en sí, cohesionantes del vínculo de apego. La madre necesita mirar y ver a su hijo con todas sus dificultades lo más tempranamente posible, así como el bebé debe conectarse con la mirada de su madre para poder sobreponerse a la violencia que muchas veces ese cuerpecito sufre tempranamente”. No se pretende, con esta reflexión, pedirles a los padres un cambio de actitud o una toma de conciencia sobre la repercusión que puede influir en sus hijos sordos, pues es sumamente comprensible la situación particular en la que viven.Cuando el médico especialista da el diagnóstico de la sordera del hijo a los padres, éste indefectiblemente debe estar acompañado por un equipo interdisciplinario formado por un psicólogo o un profesional afín a esta disciplina que cumpla la función de contener a esos padres desconcertados, sin saber qué camino transitar ni cómo actuar frente a ese hijo sordo.

También se debería derivarlos en forma inmediata a grupos de padres de niños sordos y a asociaciones de sordos para sentirse apoyados, orientados y contenidos. Si este comienzo del proceso a transitar tiene un buen principio, el mayor beneficiario será el bebé o niño sordo, ya que se sentirá “mirado” de otra manera, apoyado, querido y estimulado por su familia que aceptará su sordera. Una vez transcurrida la etapa de los primeros años de vida comienza la de su relación con los pares y otros adultos fuera del núcleo familiar, en distintos sectores de la sociedad: los amigos del barrio, las instituciones educativas, los clubes… Cuando los niños sordos son pequeños, por lo general predominan los espacios de juego en donde el lenguaje no es un elemento primordial para la socialización, y él es uno más dentro del grupo social. Por lo tanto, en esa etapa el niño sordo no se siente “distinto”. El problema comienza cuando el lenguaje forma parte de la socialización, cuando ingresa a instituciones educativas, cuando se determina la escolarización.

¿Qué sucede entonces? ¿De qué manera se sentirá “mirado” el niño por “los otros”, en este caso por sus compañeros y los docentes? Veamos: Si ingresa como alumno integrado a una escuela común, el proceso de integración será complejo a nivel institucional, en el sentido de que se necesitará un trabajo previo y durante la integración escolar basado en una serie de factores y elementos necesarios para lograr un buen resultado. Se necesitará una concientización a nivel docente y con sus compañeros sobre la incorporación de un “alumno y un compañero sordo”. Ya se comienza a “marcar la diferencia”, desde el vamos. Luego se realizarán reuniones entre las docentes, las maestras integradoras, la directora, la fonoaudióloga, los padres…. para evaluar, seguir su evolución pedagógica, recibir el apoyo necesario, observar sus dificultades… ¿y el alumno sordo? ¿Cómo se sentirá al verse observado, evaluado, mirado permanentemente por los otros? ¿Se sentirá distinto a sus compañeros? Obviamente sí, y no solamente esto, sino que se sentirá también cohibido, inseguro, desvalorizado frente a sus pares, quienes lo mirarán como un niño “diferente” o peyorativamente “retrasado”, “tonto”, “que no entiende las cosas”. El niño sordo se sentirá así tal como lo ven los demás y su personalidad se estructurará en base a una autoestima baja, bajo nivel de frustración, resentimientos, rechazo a su sordera, sentimientos negativos hacia su familia por considerarla como la causante de su sordera. Esta etapa puede durar durante la escolaridad primaria y secundaria.

La integración del niño sordo a una escuela común debería manejarse con sumo cuidado; no se basa sólo en la buena predisposición que se pueda brindar tanto por parte de las instituciones educativas, como del equipo interdisciplinario (maestra integradora, fonoaudióloga, psicopedagoga, etc.) y de la familia para que éste niño pueda alcanzar los conocimientos pedagógicos necesarios al igual que otro niño. No es la discapacidad lo que hace diferente al niño sordo y lo marca, sino el contexto, el medio ambiente el que lo condiciona.
De eso se trata la INCLUSIÓN con mayúsculas, es hacer que ese lugar sea accesible para él, que reciba las ayudas lingüísticas y técnicas que necesita, que se den las condiciones necesarias para demostrar su no-dependencia de los otros “que lo miran como alguien distinto” y dependiente.


En una experiencia educativa en una escuela de Bs. As. conocí el caso de una niña sorda integrada a una escuela común que contaba con un grupo numeroso de profesionales: una maestra integradora, una intérprete dentro de la clase, una maestra de apoyo, una psicóloga y una fonoaudióloga. Sin embargo, en su socialización algo fallaba, durante los recreos estaba siempre sola, sus compañeros no la invitaban a participar en los juegos, y si lo hacían era a pedido de las maestras. Le tenían mucha lástima, y ella lo percibía. ¿Cómo se sentiría ella? ¿Cómo la miraban los otros? ¿Alguien le preguntó si era feliz de esta manera? Nos podemos plantear entonces de qué sirve fomentar la integración de un niño sordo con buenas condiciones intelectuales si la institución y los compañeros lo consideran como un niño “diferente”? ¿Qué pasa en cambio, cuando el alumno sordo concurre a una escuela especial? Si el alumno sordo ingresa a una escuela especial, también suelen suceder situaciones en las cuales se siente “mirado por el o los otros”.

Las docentes, sin desmerecer su profesión y su vocación, suelen: adoptar actitudes proteccionistas, limitarse solamente al proceso de enseñanza-aprendizaje con el solo objetivo de obtener logros pedagógicos, sin tomar en cuenta las necesidades y los deseos del alumno sordo, hacer sentir más la diferencia de los alumnos sordos con el resto de la sociedad recluyéndolos en la escuela especial y no buscar opciones para establecer interrelaciones con otros sectores de la comunidad. El alumno sordo se siente también en este lugar, mirado como un niño SORDO, porque es tratado de esta manera y además es consciente de que va a una escuela especial, que no es igual a la de sus hermanos, primos o vecinos. El gran problema surge cuando egresa de la escuela y se encuentra con un mundo diferente, con barreras sociales, comunicacionales, educativas y laborales, con personas con los cuales debe intentar comunicarse de otra manera, con la incomprensión de su sordera… por lo general en la mayoría de las escuelas especiales no se los prepara adecuadamente para la vida, o como se dice actualmente no hay una implementación real de programas educativos como “Transición a la vida adulta”. Silvia Coriat, en su libro “Lo Urbano y lo Humano”, relata un testimonio de una persona con discapacidad que no es sorda, pero todas las historias son similares cuando se trata de discapacidad, y refleja: “..Yo podría contarles lo que me pasó pero esto no les serviría mucho para conocerme. Podría contarles a qué hospitales me llevaron de niño, qué diagnósticos establecieron los médicos, podría comentarles acerca de las historias clínicas, mostrarles mis radiografías. Pero para realmente saber de mí, para saber de alguien cuyo ser ha sido marcado por la discapacidad, hay que ir más allá de los datos “objetivos”. Hay que ingresar en mi subjetividad. Un dato objetivo de mi historia es que fui a una escuela especial. Pero subjetivamente, intenten imaginarse cómo me sentía cada mañana al leer el cartel de la entrada a la escuela: “ESCUELA PARA NIÑOS LISIADOS Y DEFORMES” Resultaría imposible desde un punto de vista objetivo, entender cómo ese cartel me desgarraba cinco veces a la semana; cuán diferente me hacía sentir. Para mí, ese cartel significaba que la sociedad me catalogaba como “el diferente”. Y como al mismo tiempo me enseñaba que debía ser “feliz con los que eran como yo”, también supe que las personas sin discapacidades no me consideraban uno de los suyos”. Lo que intento decir es que no estoy cuestionando cuál de los dos caminos educativos es el mejor; la elección debe ser determinada por las condiciones particulares de cada niño sordo.

En ambas situaciones hay un punto en común: la actitud, la mirada, el trato hacia ese niño o adolescente sordo que va construyendo su propio yo en base al medio que lo rodea. Para ello es sumamente imprescindible una toma de conciencia profunda, reflexiva, constructiva, sobre qué conceptos se tienen de las personas sordas, ¿qué expectativas tienen de ellas?¿es más importante la sordera o la persona? ¿porqué se acentúa más en lo que no tienen e intentan repararlo y no se estimula en lo que posee y ayudarlo a explotar sus potencialidades?. No es una crítica, repito, sino un llamado a la reflexión.

¿Qué sucede en lo referente al aspecto laboral de las personas sordas?
La integración laboral del sordo en sus empleos es real o ficticia? Sabemos que hay muchos de ellos que trabajan en diversos lugares (bancos, organismos estatales, entre ellos) pero la pregunta es esta: son considerados iguales a sus pares oyentes?... ¿Quedan por debajo de sus capacidades reales? ¿Tienen posibilidades de obtener ascensos a pesar de sus responsabilidades y sus cualidades? ¿Por qué en la mayoría de los sordos se siente la misma frustración? ¿Será que no conocemos nuestras limitaciones reales o la falla radica en la desconfianza, el temor o como se lo pretenda llamar por parte de nuestros jefes? ¿Porqué, por lo general, cuando se busca o se ofrece algún empleo para discapacitados, se efectúan estas acciones a través de organizaciones gubernamentales o no gubernamentales, o recomendados por algún familiar o conocido y no se concreta, como cualquier ciudadano común que presenta su curriculum y solicita una entrevista? ¿Hay resistencia a contratar a una sorda por el temor a las dificultades en la comunicación, a los posibles accidentes laborales, a los juicios por discriminación?

Los preconceptos sociales tienen mucho que ver con esta mirada: históricamente las personas sordas hAN pasado por tantos rótulos o etiquetamientos con el mero intento de clasificaRLOS en algún lugar de la humanidad, con el objetivo de mejorar la calidad de vida pero paradójicamente a nivel social no resultaban ni resultan beneficiosos: anormales – deficientes – discapacitados - impedidos – incapacitados – inválidos – limitados – minusválidos – disminuidos – sordomudos – hipoacúsicos - sordos gestuales - sordos orales - personas con distintas discapacidades - personas con capacidades diferentes… y así las clasificaciones siguen y seguirán cambiando con el paso de los años. Mientras tanto, las personas sordas se preguntan: ¿quiénes somos?, ¿por qué tenemos que construir nuestra identidad en base a esas miradas. Es notable la manera en que repercuten estos etiquetamientos en las personas sordas o con otra discapacidad, uno debería ponerse en ese lugar para entender cómo inciden estos preconceptos en el desarrollo de sus ciclos vitales y de nuestras personalidades.

Gracias a las nuevas tecnologías por fin pueden acceder a un mundo que hasta hace poco les estaba vedado... estamos progresando...no nos cabe la menor duda pero ¡ojo!. No nos olvidemos de los demás sordos que no pueden tener acceso al mismo. Los factores son muchos: económicos, educativos (muchos son semianalfabetos, subtitulado, comprenderán lo que se les dice??). Pensemos en ellos, ACCESIBILIDAD PARA TODOS

Otro factor social sumamente importante y poderoso que influye mucho en la mirada del/los otros sobre las personas sordas (como también hacia las personas con discapacidad en general) son los medios de comunicación. Es influyente y poderoso por cuanto la imagen que transmite sobre este grupo muchas veces suele ser distorsionada, negativa y perjudicial. Podemos tomar como ejemplo las noticias sensacionalistas: “dos sordomudos robaron un kiosco”, “una mujer sorda escaló el Aconcagua”. O también en telediarios en los cuales los periodistas hacen reportajes inspirando lastima a familias o a personas sordas sobredimensionando la dramatización de la situación. También suele suceder en novelas o películas donde se interpretan a personajes sordos de una manera patética, triste, sumisa, cuando de pronto milagrosamente “recuperan el habla” y con ella la alegría de vivir. Estas situaciones y muchas más son imágenes que nos lleva a pensar si realmente la sociedad tiene esa percepción, esa mirada, esa visión sobre las personas sordas. Debe (poco a poco se consigue) cambiar su visión sobre la discapacidad y contribuir a luchar contra los estereotipos que impiden a las personas con discapacidad participar e integrarse en la sociedad como ciudadanos en igualdad de condiciones. Entre varios puntos, los más destacados son: Dar voz a las personas con discapacidad como ciudadanos independientes y protagonistas de sus propias vidas, acabando con la “invisibilidad” de esas personas. - Evitar el lenguaje discriminatorio y estigmatizante que pone énfasis en la discapacidad por delante de la condición de persona, teniendo cuidado a la hora de elegir las palabras con que se van a definir a las personas. - Ofrecer una imagen activa de las personas con discapacidad, erradicando la imagen de ellas como receptores de ayudas, ya que de esta forma se fomenta la actitud asistencialista y pasiva. - Incluir a las personas con discapacidad como parte de la población general en todo tipo de informaciones y no sólo en aquellas en las que la discapacidad es el tema central. 

Las personas con discapacidad conforman una dimensión más del amplio espectro dentro de los grupos minoritarios. Integrarlos a través de una plena participación en la vida cotidiana no es sólo una tarea sino un desafío, un gran desafío que implica crear un espacio libre, sin barreras de ningún tipo. Para ello se debe encarar con una seria toma de conciencia por parte de la sociedad acerca de las necesidades de este sector, así como también se debe apuntar a la propia responsabilidad de las personas con discapacidad para afrontar este compromiso. En lo que respecta a la discapacidad auditiva, los que estamos involucrados en ella (tanto los que la tenemos como los que trabajan y/o se relacionan con la misma) sabemos que el desafío de encarar nuestra acción en favor de todos los sordos e hipoacúsicos para elevar el nivel de vida de ellos es una tarea larga y difícil.

La ola de cambios que se produce en forma permanente, tanto en nuestro país como en el mundo entero nos obliga a redoblar esfuerzos para que la educación de estas personas sea una actividad continua, sostenida y permanente. En estos últimos tiempos, ante el creciente avance del analfabetismo por una parte, y la tecnología por otra, nos debemos plantear la importancia de evitar que ellos se conviertan en una especie de semianalfabetos del futuro. Tanto ustedes como nosotros, en el rol que nos toca desempeñar, debemos propender a que se llegue a una planificación y desarrollo de políticas y programas que enfoquen en forma integral la problemática de la discapacidad auditiva y esa responsabilidad debe ser compartida por las autoridades tanto gubernamentales como no gubernamentales para lograr una mayor eficacia y aprovechamiento de los recursos humanos y materiales disponibles.

Por lo tanto, pedimos no sólo educación para todos los discapacitados auditivos, sino también EDUCACIÓN DE CALIDAD PARA TODOS POR IGUAL, PUES LA CALIDAD NO DEBE SEGUIR SIENDO UN ATRIBUTO DE UN PEQUEÑO SECTOR, ESTA DEBE ESTAR AL ALCANCE DE TODOS. ESA CALIDAD A LA QUE ASPIRAMOS NO ES SOLO UN DERECHO QUE NOS ASISTE COMO CIUDADANOS, ES UN IMPERATIVO DE JUSTICIA Y UNA RESPONSABILIDAD SOCIAL QUE FACILITARÁ ALCANZAR LAS CONDICIONES PARA PROGRESAR EN ESTA SOCIEDAD MODERNA.

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